José Antonio Tolosa Caceres
Historiador, escritor y poeta

CANTO AL RIO PAMPLONITA


 

Canto al río Pamplonita
 
¡oh río milenario!
Cómo empezar un canto
que diga la grandeza
que en tus cristales móviles
el tiempo ha modelado!
 
Cómo decir las lunas
que tus aguas copiaron
y las sombras oscuras
que te hicieron umbroso
 
Cómo contar los árboles
que a tu orilla crecieron,
cómo decir los pájaros
que a tu vera trinaron;
cómo decir los siglos
que sobre ti pasaron
 las viejas edades
que murieron.
 
¡Cómo decir, oh río tu grandeza!
 
Si, yo fuera poeta entonaría
el canto más sublime a tu memoria
y en la entraña del tiempo buscaría
las oscuras vertientes de tu historia.
 
Talvez, entonces, comprender podría
la causa de tus rudos farallones
y en las altas estrellas leería
tu historia escrita en las constelaciones.
 
Qué misterios astrales socavaron
con inaudita fuerza de ciclones,
esos hondos abismos que apresaron
tus aguas entre místicas prisiones.
 
Quién hizo esas paredes de granito,
quién levantó esos muros de basalto,
que nos hacen pensar en lo infinito
y ponen en el alma un sobresalto.
 
Quién, oh río milenario,
talló tu lecho en piedra sempiterna
y en los espejos de tu linfa clara
puso a rielar el cielo y las estrella?
 
Fueron, talvez, titanes portentosos,
huracanados vientos despiadados,
fieros y monolíticos colosos
los que erigieron tus acantilados?
 
Pero al vencer tus aguas la pétrea resistencia
y perforar peñascos abisales
te asomas con tu clara transparencia
a la lozana placidez del valle.
 
Entonces el paisaje te amortigua
las iras de tus hórridos raudales
y empiezas a cantar bajo la brisa
la canción de tus límpidos cristales.
 
Y desciendes sonoro entre cañales
nutriendo las raíces de los árboles
y copiando las luces siderales
en los espejos de tus soledades.
 
Y así vas recorriendo la pradera
añorando memorias seculares
mientras crece la hierba en tu ribera
y se visten de oro los juncales.
 
Oh, río milenario: ya tus glorias
pasaron al olvido de los hombres,
ya tus límpidas aguas son escorias
y de tus dulces Náyades
se perdieron los nombres .
 
ahora vas menguado y macilento
sin el trueno de ayer en tu corriente
tus aguas son espesas y de color mugriento
y dejas a tu paso un lodo maloliente.
 
La culpa es de los hombres que talaron
el bosque de tus próvidas orillas,
pues todos tus afluentes se secaron.
hoy sólo quedan piedras y arenillas.
 
La luna sigue ahí en el firmamento
y rielan las estrellas en la altura,
pero tu linfa no refleja su acento
ni se filtra su luz en la espesura.
 
Si el hombre continúa tu despojo,
pronto tus valles morirán desiertos
y asomará el pasado, como un ojo
en la memoria de tus peces muertos.
 
Pero si el hombre necio considera
que es necesaria tu líquida corriente,
deja crecer el bosque en la ladera
y no quema el rastrojo floreciente;
 
Entonces, oh río milenario,
Volverás al pasado de tu sueño
Y como ayer, tendrás crepusculario
y bosques ribereño.
 
Y espejo de azulada linfa
donde el sol y la luna se contemplen
y por el valle avaro de verdura
correrás como un dulce adolescente.
 
Y de nuevo habrá peces en tus aguas
y animales de monte en tus orillas
y bandadas de próvidas gaviotas
y jardines de hermosas florecillas.
 
 
 
 
 
  
 
 
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