José Antonio Tolosa Caceres
Historiador, escritor y poeta

LA DESPEDIDA DE DON JOSE

 

CRONIQUILLA
 
LA DESPEDIDA DE DON JOSÉ TOLOSA
Orlando Clavijo Torrado
 

El martes de Pascua de Resurrección, alrededor de las cinco de la tarde, don José se presentó a la sede de la Academia de Historia del Norte de Santander, ubicada en el costado posterior del edificio Santander conocido como Palacio Nacional. Se acomodó en su habitual pequeño escritorio, fue a la mesa amplia de la junta directiva, anduvo por los estantes un poco escondidos que guardan las enciclopedias, las más antiguas escrituras de las notarías y las colecciones de periódicos, examinó libros, y de pronto se esfumó. No era para menos. La Academia era su vida, su segundo hogar; a ella le había entregado 9 años y tres meses con mucha pasión. Teresita Cárdenas, su secretaria desde que el tomó las riendas de la Secretaría de la Academia en enero de 1999, abrió cuanto pudo los ojos; no estaba en duermevela. Todo había ocurrido en cuestión de segundos.

 Cuando Teresita me refirió lo anterior supe que don José se marchaba definitivamente, pues en ese momento ya disponían pasarlo a una sala de cuidados intensivos.

 Dos semanas antes lo visité en la sala de su casa y “hablamos”. Digo “hablamos” porque su voz estaba apagada, aunque algo se lograba oírle; por ello le dieron un papel y un lápiz y así reforzaba alguna frase u opinión que no hubiera podido expresar con su voz.

Había un tema que nos inquietaba: el escaso apoyo económico a la Academia por parte de las administraciones local y regional. Con gran optimismo me aseguró: la Academia no se acaba.

 

Es su compromiso, entonces, desde aquel misterioso mundo en que sólo domina nuestro Creador, en el que ahora se encuentra, asistir  a su querida Academia para que se cumpla su voto de confianza.

 Murió con el título de Secretario Perpetuo de la Academia de Historia del Norte de Santander, título del que ya nadie lo puede despojar.

 Esta fue la última actividad de José Antonio Tolosa Cáceres, en la que dejó una impronta que lo hará memorable. Habían sido múltiples sus quehaceres en otras épocas: periodista en el extinto diario cucuteño El Trabajo; secretario por muchos años del Directorio Municipal Conservador; funcionario de la Contraloría Departamental y de las Rentas del Departamento; inspector de policía en Los Patios, en Banco de Arena y en otras localidades rurales; comerciante en Cúcuta, Ocaña y la costa atlántica; fabricante de productos exóticos; orfebre en Mompox, y, la función más excitante de su vida, itinerante del mar de las Antillas Holandesas. Este periplo le inspiró los versos y cuentos que, en verdad, de toda su producción literaria, a mí me encantaron más.

Yo lo instaba a que se dedicara a escribir tantas aventuras y experiencias pero le comprendí que se le había hecho tarde y lo acometía una cierta pereza.

 Innúmeros afanes que a veces nos enredan hicieron que quedáramos en deuda: de sentarnos en sesiones informales para que él me contara todo mientras yo tomaba atenta nota.

 orlandoclavijot@hotmail.com

 

 

 

 Cúcuta, 3 de abril de 2008

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